¿Qué pensáis de la muerte? Ya que el amigo lejano la ha hecho presente en mi corazón, hablemos, pues, de ella. No creáis, ante todo, en el viaje a lo desconocido que os refieran los poetas. La muerte no es lo desconocido, no es siquiera lo improbable. Lo desconocido es la vida. La vida es el misterio profundo, y si dejáis de vivir, pasáis de lo desconocido a lo evidente, a lo concreto. Tan evidente y tan concreto, como esa pequeña fosa abierta en la tierra, que no deja lugar a duda. El primer misterio de la muerte serían esas pálidas flores nacidas encima de cada tumba, porque viven ya un poco, y todo lo que empieza a vivir empieza a hacerse inexplicable.

*

El proyecto estético, es decir político, de Tejada consistió también en elogiar lo que la industria acabaría: el ocio, la pereza, el vagabundeo, el echarse en un parque a fumar mientras las volutas de humo se volvían oráculos y las muchachas lindas presagiaban el porvenir; del otro lado los feos, los lentos, los mal vestidos, los nosotros que cambiamos una tarde de siempre por una buena conversación, los que vamos cuesta abajo a la cañada en chancla, los que nos sentamos pasito en casa conocida y repetimos plato, los que admiramos al carpintero y no al publicado por Penguin Random House, nosotros, esos, los aurigas, esos que sólo Luis Tejada atestiguó.

Lina Alonso

Libro de crónicas - Luis Tejada

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¿Qué pensáis de la muerte? Ya que el amigo lejano la ha hecho presente en mi corazón, hablemos, pues, de ella. No creáis, ante todo, en el viaje a lo desconocido que os refieran los poetas. La muerte no es lo desconocido, no es siquiera lo improbable. Lo desconocido es la vida. La vida es el misterio profundo, y si dejáis de vivir, pasáis de lo desconocido a lo evidente, a lo concreto. Tan evidente y tan concreto, como esa pequeña fosa abierta en la tierra, que no deja lugar a duda. El primer misterio de la muerte serían esas pálidas flores nacidas encima de cada tumba, porque viven ya un poco, y todo lo que empieza a vivir empieza a hacerse inexplicable.

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El proyecto estético, es decir político, de Tejada consistió también en elogiar lo que la industria acabaría: el ocio, la pereza, el vagabundeo, el echarse en un parque a fumar mientras las volutas de humo se volvían oráculos y las muchachas lindas presagiaban el porvenir; del otro lado los feos, los lentos, los mal vestidos, los nosotros que cambiamos una tarde de siempre por una buena conversación, los que vamos cuesta abajo a la cañada en chancla, los que nos sentamos pasito en casa conocida y repetimos plato, los que admiramos al carpintero y no al publicado por Penguin Random House, nosotros, esos, los aurigas, esos que sólo Luis Tejada atestiguó.

Lina Alonso